La toxina botulínica ha revolucionado el campo de la medicina estética al ofrecer una solución versátil y eficaz para una variedad de preocupaciones relacionadas con la apariencia y la salud. Si bien a menudo se le asocia con la reducción de arrugas y líneas de expresión, su aplicación va más allá, proporcionando beneficios tanto estéticos como terapéuticos.
Esa observación la hace María Alicia Valenzuela, especialista en Oculoplastia del Instituto Espaillat Cabral, quien destaca: “El proceso de tratamiento con toxina botulínica es simple y rápido. Comienza con una consulta con un profesional médico calificado, quien evaluará tus necesidades individuales y establecerá un plan de tratamiento personalizado. Durante el procedimiento en sí, se administran inyecciones precisas en las áreas seleccionadas. Si bien la idea de inyecciones puede parecer intimidante, muchas personas encuentran que el procedimiento es sorprendentemente tolerable y no doloroso. En algunos casos, se puede aplicar una crema anestésica tópica para minimizar cualquier sensación incómoda”.
La duración de cada sesión de tratamiento varía según el área tratada y la cantidad de inyecciones necesarias. Sin embargo, en general, el procedimiento suele completarse en cuestión de minutos. Esto permite que los pacientes regresen a sus actividades normales sin una interrupción significativa en sus agendas.
“El verdadero encanto de la toxina botulínica radica en los resultados que ofrece en términos de la disminución de arrugas y líneas de expresión. La toxina botulínica actúa bloqueando temporalmente las señales nerviosas que causan la contracción muscular. Al relajar los músculos involucrados en la formación de arrugas, la toxina botulínica suaviza gradualmente las líneas existentes y previene la formación de nuevas”, señala la especialista.